sábado, 13 de mayo de 2017

Seis años y el abrir de mis ojos

He despertado y una sensación de pánico me ha invadido hasta en lo más profundo de mi ser. No soy yo, me dije incesantemente, queriendo encontrar a ese que parecía haber huído de la vista de mi vida.
De pronto, la creatividad había desaparecido. Las ganas de escribir se habían esfumado sin haber dejado rastro. La risa, que muchos habían tildado de pícara, no existía, ni siquiera en esa máscara que había llevado puesta durante años. Y mi amante, que solo existía en mis pensamientos, no había dejado ni siquiera su recuerdo. Ni siquiera su aroma pude encontrar. Ni siquiera sus besos pude traer a mis pensamientos... Dónde estás?
Rápidamente supe que había exiliado todos mis recuerdos, todas mis ganas, todos mis sueños. Pero ahora estoy despierto... Miro por la ventana, y veo este mundo que aún es desconocido por mí, a pesar de estos seis cortos pero largos años de estar viviendo por estos lados. Este mundo que para el resto se ha convertido en monótono, por haber vivido siempre aquí.
Cómo vover a sentir tus caricias, mi querido recuerdo? cómo volver a sentirme vivo con el solo hecho de imaginarte?
No tengo la respuesta... Estoy intentando, estoy trabajando en ello. Espero pronto poder volver a encontrarte...
Alguien tiene alguna sugerencia?
Atentamente,
Yo  

sábado, 19 de noviembre de 2011

Dorian

La besé como siempre lo hago, demostrando el profundo amor que le tengo. Diariamente me despido en las mañanas cuando salgo de nuestra casa. Ella se va a continuar sus estudios de diseño y yo corro a entrar en el incontrolable mundo le las letras.

8:50 de la mañana y esta vez el mundo parece el mismo de siempre... los adictos a los libros, con sus gafas estrambóticas y gruesas, y sus peinados despeinados, algunos oliendo al humor de la mañana, saludan como si el día anterior hubiera sido hace unos cuantos minutos. Y deseo no estar ahí, queriendo correr a buscarla, para hacerle compañía como lo hago en mis noches, en sus noches, en nuestras noches. Y recuerdo que decimos que nos amamos y que nuestra comida quedó deliciosa, recordando el sabor de nuestro pasado.

Huyo del mundo de mi salón de clases, clavando mis ojos en esas letras que escribió ese desconocido, ayudándome con esa música chillout que normalmente pero de forma extraña sale por mis audífonos conectados a mi ipad.

Todos son los mismos. Todos huelen feo. Todos chasquean cuando en el temprano break de las 11 de la mañana comen sus almuerzos porque es hora del lunch.

8:50 de la mañana y esta vez el mundo parece el mismo de siempre.... doy la espalda a esa puerta común. Doy la espalda porque huyo desenfrenadamente. Solo quiero a mi profesor frente a mí. Solo quiero ler. Solo quiero discutir y nada más. 

El tropiezo del afán en mi silla hace desviar mi mirada de las letras concentradas del libro. Sin embargo no deseo saber quién se ha atrevido volver real mi gran mundo imaginario. Creo que cualquiera de aquellos quiere sentarse junto a mí, aprovechando mi interesante forma de crítica mundana en los momentos de discusión.

Inevitablemente pude ver su mano corriendo la silla. Una mano nueva, que grita para que mis ojos lleguen a su mirada.

Hola, me dice. Y no pude resistirme a ese acento francés acompañado de unos rizos dorados, y una cara perfectamente diseñada, de ese hombre que se llama Gérard, pero que es el modelo actual del David de Miguel Angel.

No pude resistirme de verdad. Su belleza realmente imaginaria, me envolvió de tal forma, que sentí que mi vida dependía de un hilo. Alcancé a sentirme enamorado. Como cuando Basil conoció a Dorian en esa eterna historia de Oscar Wilde. Solo pude decirle mi nombre y sentir que no era nadie en esta vida, pues toda la belleza que fué repartida en todos mis conocidos, se había ido rápidamente a una sola persona en este mundo.

Viene de Suiza. Hace deporte. Habla francés. La clase rápidamente termina. Y hablamos como si fuéramos los únicos seres en ese mundo, en esa clase de letras...

Tal vez fué evidente nuestra empatía, la cual termina en un suave pero decidido apretón de manos como despedida y un te veré mañana? entre una sonrisa espontánea pero inexplicable. Sus ojos me miraron y me han confundido aún más. No porque crea que nos gustamos. Sino porque simplemente siento que se llevó todas las palabras que tenía guardadas para explicar tal situación. 

Y llega María, bella como siempre, a compartir su rato de almuerzo conmigo...

Mañana será otro día. De pronto podré volver a escribir, pues evidentemente no dije nada en estas líneas. 









sábado, 12 de noviembre de 2011

Antivirus y el dolor de crecer

Es raro, pero mi computador parece desocupado y se demora horas en terminar el análisis del antivirus... y más sorpresa me da cuando el número de archivos revisados son cientos de miles... Me pregunto entonces cuánta basura está ahí guardada, pues considero apenas unas decenas de archivos los vitales para mí.

Y entre los archivos vitales están las fotografías. Fotos de esos momentos que quise que quedaran mejor guardados para la posteridad, pero alguna mala cara, ojo cerrado, brillo de la piel, pose o simplemente ganas de molestar, no dejan que las mismas sean valoradas por este crítico de la fotografía sin tener la más mínima idea de ese arte. 

Sin embargo voy y busco la foto más antigua que guardo digitalmente y encuentro que es una imagen escaneada de una foto tomada por alguien cuando apenas era yo un niño. Primero siento en el alma que no esté más conservada; la imagen está ciertamente borrosa y desenfocada, y un rayo de luz me ilumina, cual ángel caído del cielo en la película del ángel enamorado.

Pero rápidamente mi crítica se desvanece y llega el objetivo de la foto: un instante para siempre. Yo no me acuerdo de cómo lucía cuando era niño o adolescente. Mi memoria no sirve para eso, a menos que sea ayudada por una foto. El recuerdo funciona gracias a ellas. 

Esa foto fue tomada en una fiesta. Una fiesta que parecía divertida. Se ven unos títeres atrás, muchas bombas, muchos niños con pantalones nuevos, niñas con vestidos rosas, blancos y azules... y yo, mirando a la cámara, sonriendo sin sonreir, pensando en que quiero ganarme la rifa y llevarme una buena sorpresa, no como la anterior, que no me sirvió para nada.

Y recordé entonces que me gané una rifa en el momento de terminar la fiesta... me entregaron la sorpresa de una vez y sin poder difrutar de nada, la fiesta terminó y adiós a todos. Era agradable vivir esas horas de tarde de sábado y todo el domingo, ya que el lunes tocaba "colegio". Y quería vivirlas lejos de la gente con quien compar´tia los 5 días más largos de la vida de todas las personas: lunes a viernes. 

La rifa... era un juego de muebles de plástico, una sala bien completa, que traía hasta lámpara. Un juego de muebles de tamaño considerable, pues hasta las barbies de mi hermana podían tomar un té. La sorpresa: una motocicleta como de las de verdad, con motociclista incluído. Una moto bien comprada, una moto a escala...

Una sala y un motociclista con su moto. A esos pocos años ya tenía el prejuicio social de lo masculino y lo femenino. La sala de verdad era bonita... muy rococó para mi gusto, pero era bonita. Mi primera sala, mi primer temor de ser evaluado gracias a la equivocación de una madre de un cumpleañero que no pensaba nada más que dar regalos a diestra y siniestra... y buenos regalos, mejores de los que su hijo podía recibir en esa fiesta.

Y obvio que mi primera sala me enfureció, y tan pronto llegué a casa, se la dí a mi hermana para que jugara con sus muñecas. Obvio, mi motociclista era el dueño permanente de la misma. El era mi extensión en el mundo irreal de los juegos de las niñas. 

Muchos años después, un día al recorrer la finca que teníamos cerca a la ciudad, encontré el sofá de la sala. Estaba sucio, desteñido, tirado por ahí junto a una cantidad de juguetes de mi hermana y míos. Y como por arte de magia, o como por efecto cinematográfico, me trasladé a mi niñez que terminaba rápidamente hasta que cualquier día, que fuí a una fiesta, nunca más volví a ganarme nada en una rifa ni a recibir sorpresas al final. Mi niñez se había ido....y me dí cuenta que para mí crecer dolió. 

Durante mucho tiempo me sentí desplazado por no poder recibir sorpresas en las fiestas. Es una verdad que muchos tachan de atrevida y hasta de inmadura. Pero es que los helados no me saben igual; las vacaciones tampoco... ni siquiera entrar a un almacén de juguetes o ver una película de navidad...Reía inocentemente, corría igual, y no me importaba mojarme bajo la lluvia. 

Ahora las cosas son tan distintas. Estoy hecho y preparado para sobrevivir. Yo mismo me gano mi comida, me compro mi ropa y me regalo mis cosas... y nadie mejor que yo para hacerlo. Ahora río de lo que me parece divertido; corro para coger un bus, evitar el peligro o mantenerme en forma; y veo primero mis zapatos antes que mojarme... si son baratos o viejos no dudo en hacerlo... si son caros y finos me toca intentar estar lo más seco que pueda. 

Sin embargo, y para no terminar tergiversando mi realidad, mi niñez fue muy feliz, recibí muchos regalos y sorpresas  tal vez más que la mayoría de mis amigos. Eso sí, siempre evalúo que era mejor ser niño que grande, pues no tenía qué preocuparme por nada sino por aprender el pasado pluscuamperfecto, la ubicación de los montes urales, el florero partido en 1810 o los nombres de los ministros de turno. Y nunca pensaba en el sexo, en el mantenerme en forma, en la remuneración salarial o en pagar la luz.

Hoy estoy escribiendo, recordando mis cosas y mis miedos, los cuales no escribí acá pues creo que son importantes para mí pero aburridos para ustedes. Y le escribo a esos desconocidos que son bastante interesantes. Esos que no me critican y si lo hacen, lo hacen como todos lo hacemos: sabiendo que muy probablemente al otro no le importa. Pero eso es lo que me gusta de esto...  

2´564.896 archivos y va en el 76%... pero no borraré ninguna foto más, por más feo que haya quedado. La basura la debo buscar es por otro lado...












lunes, 7 de noviembre de 2011

Mejor no me hubiera preguntado...

hace algo menos de dos meses decidí arriesgarme para cambiar mi mundo. Adoraba a mi familia, a mi ciudad adoptiva, a mi ciudad real. Muchos conocidos, más cercanos que lejanos, apostaron por una despedida melancólica y desgarradora, a tal punto de lanzar esa soga invisible para evitar mi partida. 

Sin embargo, raramente sucedió todo lo contrario. Me sentí como ese pájaro a quien le abren esa jaula en donde siempre tuvo todas las comodidades. Simplemente me fuí sin mirar atrás. Las despedidas fueron superficiales y rápidas, evitando que la nostalgia me abrazara fuertemente.

Poco a poco, segundos después, una gran expectativa invadía mi pensamiento. Y pronto esta peleaba contra el cansancio, por mantener su lugar. 

Viajé durante 35 horas, incluidas las escalas. Nada de lo soñado sucedió. Ningún tripulante de ningún avión o ningún viajero intentó acercarse para aprovechar la noche más larga de mi vida. En esas 19 horas nocturnas, mis ideas simplemente clamaban por tener un poco de adrenalina en mi ser, cualquiera que fuera, diferente a la que sentía por querer llegar a mi nuevo lugar de vida. 

Pero llegué, a esa ciudad soñada; a esa ciudad que es la mejor del mundo para vivir. Y fué allí cuando empezó mi corazón a latir fuertemente, a desear empezar a vivir, sintiendo que todos los años de mi vida los había pasado ahí, como mirando por la ventana.

Tomé el bus que sale del aeropuerto, rumbo a la ciudad a encontrarme con ese ahora amigo, examante de siempre, que abrió las puertas de su casa para alojarme por algo menos de una semana. Pues después debía continuar mi travesía hasta llegar al sitio en donde había decidido vivir mis próximos 10 meses. 

Sin embargo, él no pudo asistir a encontrarse conmigo por cuestiones de trabajo. Por tal razón envió a su compañero de juergas en esta ciudad. El reencuentro no pudo ser menos imaginario. Mil veces soñé tal persona; mil veces soñé tal bienvenida; mil veces soñé con algo así. Y esas palabras de saludo jamás las olvidaré pues siguen dando retumbos en mi cabeza: Bienvenido a su nuevo país. Más cuando un aura de deseo y locura nos invadió tan pronto nuestras manos se tocaron. 

-Quiere café, agua u otra cosa para tomar? preguntó la azafata... me incorporé rápidamente tratando de que ese recuerdo, esa realidad, ese deseo no se esfumara... pero se fué, pues hacía parte de esas ideas que son incompatibles con el mundo real. Aún faltaban dos horas para llegar a la gran ciudad y me habían despertado....

 




Como el Magno, pero mujer

Estaba sentado fumando un cigarro, mentolado de los que me gustan, y saboreando un delicioso café colombiano, que según los expertos, es el mejor café del mundo... fué cuando ví que bajaba las escaleras que en frente de mí me daban la mejor vista. No sé si el cigarro, el café, la fría brisa de la media tarde y los eucaliptos y cipreses del rededor hicieron que se viera como el ser más bello sobre la faz de la tierra. Pero lo era. Blanca como la nieve y mejillas rosadas tenues, ofrecían el mejor contraste con el color azul cielo de sus ojos... No sé por qué, pero su mirada cruzó la línea de la mía... Se dirigió a comprar una bebida cola, y se sentó en la misma banca donde estaba sentado yo. Al verla de cerca, me dí cuenta que era algo más alta, la piel era virgen y su sonrisa como una gran fotografía del mar en medio del tráfico de la gran ciudad. Después detallé sus labios: rojos como el color de la manzana y recordé por un instante aquel cuento que escuché cuando niño.
Alejandra! saludó su compañero... Alejandra, como el magno pero mujer... Y él se fue. Qué bien! estabamos los dos, todavía solos. Y continuaba con mi fantasía griega y hasta romana cuando en el fondo de mis oidos escuché... tienes otro mentolado? ohhh! qué bonita! qué melodía... hasta su voz era perfecta! le dí el cigarro y le prendí con la llama de una cerilla. Me dijo gracias mirando mis ojos, manteniendo por un instante su mirada en mí... Qué podría tener de defecto?
pocos minutos después lo supe... su teléfono móvil sonó... Hola amor... le dijo a una voz de mujer que escapaba por el auricular... su defecto momentáneo: estaba enamorada...

El atrevimiento de tomar fotografías

Aprendiendo a tomar fotos... 

Tal vez haber sido fotógrafo, periodista o escritor, fueron esos oficios que no aprendí y que a través del tiempo he descubierto fascinantes. Sin embargo estudié algo que dista mucho de lo anteriormente nombrado. A pesar de eso, quiero al menos hacer uno de esos deseos bien... y he empezado a leer un libro de fotografía. Lo malo es que no tengo un profesor que me enseñe a leerlo.

He aquí mis primeras fotografías intentando seguir lo que creo que entendí. Espero pronto lograr una que me convenza satisfactoriamente. 





Juventud Madura



hola amigos... desde hace algunos días he tendio ciertos recuerdos de mi juventud. Y llego a un estado en el que no sé si está mejor mi vida actual , fue mejor la anterior, o será mejor la futura...

cuando chico no me preocupaba por nada más sino por tener unas buenas calificaciones en el colegio o tener un grupo de amigos con quienes jugar a las escondidas...recuerdos muy agradables! Pronto las cosas cambiarían...

En mi adolescencia la preocupación era continuar manteniendo esa simpática cara, que la vida me había regalado según creía yo...obviamente, el pelo era lo que podía cambiar con cierto atrevimiento... y logrado el objetivo, volvía al espejo a continuar con el ingenio del día siguiente. Gratos recuerdos frente al espejo... y debido a esto, parecía como narciso... enamorado del rostro que veía al otro lado del espejo. Menos mal no fue algo que me trajera problemas sociales... y pocas veces veía a alguien más simpático que yo... porque así me lo creía... pronto las cosas cambiarían...

Pero los años pasan, y me doy cuenta que esa juventud, de los 20, es muy apetecida... ahora las raras cervezas que me llegan anónimamente en los bares, tienen un no se qué, muy diferente a aquellas de mis 20 años. Me continúo viendo al espejo, y me veo como la misma persona "bonita de antes" con un ingrediente adicional: algo más de madurez y sin ese pelo que cambiaba día a día.

Y es esa madurez la que me inquieta a veces... sé que esta madurez es bastante atractiva, pero es la que me pone a pensar en cosas muy importantes en la vida... mis amigos ya están teniendo esta madurez también... y con pocos puedo disfrutar de las banalidades de la vida que antes nos mantenía bien inquietos.

Este escrito grita por saber si existen mis amigos de la juventud, detrás de esas caras maduras que veo actualmente... será que podré divertirme con el pañolón rosa de antes, que tantas carcajadas nos robaba? o con el desfile en la carretera principal simulando a alguna top model de los 90's? o la típica pose de jarra de algunos, que tanto criticamos en estos días pero que en los anteriores era indispensable para la diversión? y sin que nuestra madurez nos critique estos actos divertidos? no lo sé... quisiera disfrutar nuevamente, riéndome de tod@s mis amig@s ... como siempre en sitios privados, pues nunca nos gustaba ser tan burlones en la calle...

Espero tener esos amigos nuevamente... no los que tengo ahora... a esos amigos con los que compartí mi juventud los extraño actualmente, así sepa que son los mismos con quien desayuno, almuerzo o ceno diariamente en esta ciudad, diariamente más vieja que ayer.

Como la Geisha


"Memorias de una Geisha" fué una lectura espléndida. Recuerdo cuando lo hice. Tal vez estaba en mi habitación o en la casa de mi mejor amigo... alucinando e imaginando tal historia. Obviamente en esa época la película no había sido realizada... por eso fué un buen momento.

Mi mejor amigo, Martín, es sensacional. Jamás olvidaré sus grandes risas al saludarme. Simplemente en nuestros encuentros, la conexión mental nos hace reir. Puede ser cualquier cosa, pero es.

Martín antes era diferente. Era un hombre con grandes ilusiones, alma de niño y cuerpo de... niño grande. 

Ayer hablábamos de nuestro pasado por Skype, pues nos separan miles de kilómetros en estos momentos. Yo he decidido irme por un tiempo, en busca de algo que creía claro, pero que ahora es más grande, complicado e importante. Concluímos nuevamente que somos los mejores amigos del mundo... pero al verlo más arriesgado, libre y desinhibido, me contó su secreto: "memorias de una geisha".

Reímos como nunca... él es la geisha. Aprendió con el libro a ser muy interesante para los hombres y las mujeres, a tal magnitud de tenerlos detrás suyo...

Ahí entonces empezó una búsqueda interior sobre lo que me hace interesante a los demás... pero llegué a la conclusión que ser "interesante" es como una profesión... es como mantener por siempre ese primer encuentro exitoso y mágico con esa persona desconocida a quien invitas a tomar por primera vez una cerveza. 

lo que hace un gran libro y las ganas de hacer algo...sé que ese libro no es nuevo, pero lo llevo en mi recuerdo, como si lo hubiera leído ayer...

Martín, me encanta ser tu amigo... un abrazo.